Familia no es un simple lazo de sangre. Es quien llena de luz tu vida
Los amigos no son parte de nuestra familia de sangre. Pero con el tiempo sí que se encuentra en nuestra familia. Esos "familiamigos" que nos eligen y elegimos todos los días. Quizá no compartamos lazos de sangre, pero se utilizan en nuestra familia.
Todos recordamos esa hermosa escena película Forrest Gump, cuando Forrest va a rescatar a su amigo Bubba que malherido, está muriendo.
Bubba lo mira a los ojos y sus últimas palabras son: yo sabía que vendrías, Forrest… Nadie puede dudar de la amistad de Los tres mosqueteros.
Las amistades esa familia a la que elegimos
Todos para uno...y uno para todos. También ocurre con los afortunados que tienen amigos que valen oro.
Y lo mejor es que esas amistades memorables no son cosa de la ficción literaria o el cine, muchas veces hemos tenido amigos que bien merecerían un buen capítulo de los mejores libros. Un amigo llena de luz tu vida, y por eso es con quien vale la pena compartirla.
La amistad surge por las coincidencias más insólitas en ocasiones. Para algunos son atracciones mágicas o el destino, que nos hacen coincidir en el momento adecuado para conocernos.
La importancia de la amistad
Desde pequeños aprendemos a sociabilizar, compartir y empatizar gracias a nuestros amigos. La amistad es algo subjetivo y muy personal que varía con el tiempo. A medida que pasan los años, aprendemos a valorar cosas que antes no, y quienes siempre se mantuvieron a nuestro lado, valen para nosotros cada día más.
Y es que con el tiempo aprendemos a ver que esos buenos amigos sacan lo mejor de nosotros, simplemente porque en ocasiones de flaqueza, no queremos defraudarlos. Y nos hacen ser mejores personas.
Cómo reconocer a la familia auténtica
Es auténtica si sientes que es recíproca. La amistad es voluntaria y mutua. Cuando disfrutas de su compañía y quieres compartir experiencias y vivencias juntos, para estar juntos en alegrías y tristezas.
Tenemos plena confianza. Saber que somos amigos nos permite confiar en el otro, ser honestos y sin máscaras. Los amigos nos aceptan tal cual somos y nos respetan.
Siempre incondicionales y dispuestos a todo por ti. Se alegran tanto o más por tus logros y no sienten envidia por lo que tienes o consigues.
Y cuando las cosas se ponen difíciles, siempre están a tu lado para apoyarte. Porque somos amigos, tu alegría me alegra y tu tristeza también me aflige.
La complicidad nos mantiene unidos a pesar de las distancias y el tiempo. Nuestro pasado en común y nuestras historias se mantienen vivas mientras mantenemos el contacto. Y una amistad adulta valora más esas calidades que la cantidad.
Tener una verdadera amistad es tener un tesoro incalculable. Un manantial de fuerza vital y afecto, respeto y entusiasmo.
Son los primeros en perdonarnos y tendernos la mano generosamente. Están allí para compartir un café, celebrar buenas noticias o afrontar las malas.