El mito del ave Fénix o el maravilloso poder de la resiliencia
Carl Gustav Jung nos explicó en su libro “Símbolos de transformación” que el ser humano y el ave Fénix tienen muchas similitudes.
El ave fénix es aquel que se levanta de las cenizas de su propia destrucción como una criatura de fuego majestuosa que vuelve mucho más poderosa, fuerte y valiente.
Este mito emblema no es más que el símbolo del poder de la resiliencia y de la capacidad de renovarnos incluso luego de habernos sentirnos abatidos.
Carl Gustav Jung nos explicó en su libro «Símbolos de transformación» que el ser humano y el ave Fénix tienen muchas similitudes.
Esa emblemática criatura de fuego capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción, simboliza también el poder de la resiliencia, esa capacidad inigualable donde renovarnos en seres mucho más fuertes, valientes y luminosos.
Si hay un mito que ha nutrido prácticamente todas las doctrinas, culturas y raíces legendarias de nuestros países es sin duda ese que hace referencia al ave Fénix.
Se decía de él que sus lágrimas eran curativas, que tenía una gran resistencia física, control sobre el fuego y una sabiduría infinita.
Era, en esencia, uno de los arquetipos más poderosos para Jung, porque en su fuego se contenía tanto la creación como la destrucción, la vida y la muerte…
Asimismo, es interesante saber que encontramos tempranas referencias a su mitología tanto en la poesía árabe, como en la cultura grecorromana e incluso en gran parte del legado histórico de oriente.
En China, por ejemplo, el Fénix o el Feng Huang simboliza no solo la más alta virtud, el poder o la prosperidad, sino que además, también representa el yin y el yang, esa dualidad que conforma todo lo existente en el universo.
No obstante, y esto vale la pena recordarlo, es en el Antiguo Egipto donde aparecen los primeros testimonios culturales y religiosos alrededor de esta figura y donde a su vez, se da forma a esa imagen que tenemos en la actualidad sobre la resiliencia.
Cada detalle, matiz y símbolo que perfila este mito nos ofrece sin duda un buen ejercicio sobre el que reflexionar.
La resiliencia es como en el ave Fénix, la capacidad que tenemos para sobreponernos a situaciones que generan un gran impacto emocional, que son dolorosas.
Hay personas más resilientes que otras pero lo cierto es que la resiliencia no es una cualidad innata sino que se puede potenciar a lo largo del camino, lo cual es muy útil porque aprenderemos a enfrentar los contratiempos sin que estos nos dañen demasiado.
El ave Fénix en Egipto
Ovidio explicaba en sus textos que en Egipto, el ave Fénix moría y renacía una vez cada 500 años. Para los egipcios esta garza majestuosa era Bennu, un ave asociada a las crecidas del Nilo, al Sol y a la muerte, y que según explicaban, había nacido bajo el árbol del Bien y del Mal.
Esta criatura fantástica entendía que era necesario renovarse cada cierto tiempo para adquirir mayor sabiduría y para ello, seguía un proceso muy meticuloso.
Volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos: ramas de canela, ramas de roble, nardos y mirra.
Después, acomodado en su nido, entonaba una de las melodías más bellas que los egipcios habían escuchado jamás para seguidamente, dejar que las llamas lo consumieran por completo.
Tres días más tarde, el ave Fénix renacía lleno de fuerza y poder. A continuación, cogía su nido y lo dejaba en Heliópolis, en el templo del Sol para iniciar así un nuevo ciclo con el que ofrecer inspiración al pueblo de Egipto.
Renacer de nuestras cenizas
Tal y como vemos podido ver, el mito egipcio del ave Fénix es una historia bellísima. Sin embargo, analicemos ahora alguno de sus detalles, más aún si vemos su gran mensaje.
La capacidad de renovarse, recuperar el aliento y la fortaleza atraviesa primero una fase oscura que muchos sienten como la mismísima muerte.
Una experiencia traumática siempre es negativa pero depende de cada persona lo que suceda a partir de ella. La opción guiada por la resiliencia es la de alzarnos, cobrar vida a partir de nuestras cenizas o, por otro lado, derrumbarnos.
El ser humano debe desplegar sus alas para sobrevolar su universo interior en busca de las ramas de su autoestima, la flor de su motivación, la resina de su dignidad, la tierra de sus ilusiones y el agua tibia de su amor propio…
Todos esos componentes le ayudarán en su ascenso pero no sin antes ser consciente de un aspecto: que habrá un final, que una parte de nosotros mismos se irá también, se convertirá en cenizas, en los restos de un pasado que nunca más volverá.
No obstante, esas cenizas no se las llevará el viento, al contrario. Formarán parte de nosotros mismos para dar forma a un ser que renace del fuego mucho más fuerte, más grande, más sabio…
Alguien que tal vez sirva de inspiración a los demás pero que, ante todo, nos permitirá seguir adelante con el rostro bien alto y las alas bien abiertas.
La vida sigue... La vida siempre sigue, pero muchas veces sin que nos apetezca nada, tardamos en volvernos a enganchar a los valores que nos mantienen con futuro cuando esté de repente se trunca.
Fuentes: La mente es maravillosa / Baiug / Psicología y mente / Rincón de la psicología / Bioguía Imágenes de Elena Dudina