5 heridas emocionales más comunes

Las heridas emocionales de la infancia vaticinan en gran parte de los casos cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos.



  Son como lesiones psíquicas, como fragmentos sueltos y mal curados que nos impiden llevar una existencia plena e incluso afrontar los pequeños problemas del día a día con mayor soltura y resistencia.
 
  La personalidad es la forma particular y relativamente estable como una persona expresa sus sentimientos, pensamientos y comportamiento. La personalidad se desarrolla durante la infancia y es durante esta época cuando es posible predecir algunos posibles hitos de la vida adulta.

 Según estudios de psicología existen heridas emocionales comunes de la niñez que influyen en cómo se ve y afronta la vida cuando crecemos.


Las cinco heridas que impiden ser uno mismo


  Basándose en el libro publicado por Lise Bourbeau en el año 2000 titulado ‘Les 5 blessures qui empêchent d’être soi’, el blog La mente es maravillosa recopiló los cinco principales problemas o experiencias dolorosas vividas en la infancia que vaticinan cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos.

1. El miedo al rechazo


  El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales de la infancia más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.

  En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.



  La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni comprensión y se aísla en su vacío interior.

  Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.

  Si es tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.

2. Miedo al abandono


  Casi todas las personas tienen miedo al abandono. No solo de sus parejas o amigos; también de sus familiares, mascotas e, incluso, aquellas personas con las que no tienen un lazo demasiado fuerte.

  Las personas sufren esta dependencia, también tienen que soportar el temor a ser rechazados. Razón por la cual se crean barreras para no dejar que otras personas se le acerquen y causen daño de una u otra forma.

  Este miedo suele surgir en aquellas personas que fueron abandonadas durante su infancia, incluso si fue por tan solo una equivocación. Esta herida no suele ser fácil de curar, y para hacerlo se debe tener un diálogo interior consigo mismo y comenzar a trabajar en la confianza que se tiene a los demás.




3. La humillación


  Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.

  Las heridas emocionales de la infancia relacionadas con  la humillación generan con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.

  Para lograr superar este tipo de situaciones, es necesario trabajar en la independencia, libertad y comprensión personal, desprendiéndose así de los miedos y temores.


4.  El miedo a confiar


  Haber padecido estos problemas en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado.  

  La traición o el miedo a confiar en alguien surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente por frustración de expectativas, no cumpliendo sus promesas. 

  Esto genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
  
  Para afrontar este sentimiento se requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.


5. Miedo a la traición


  El miedo a confiar en los demás surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus progenitores. Dimensiones como incumplir promesas, no proteger, mentir o no estar cuando más se necesita a un padre o a una madre origina heridas profundas.


  El hecho de haber sido víctima de una traición durante la infancia suele hacer que esta persona desarrollen una personalidad controladora.

  Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.



La falta de afecto


  Creemos que la falta de afecto es una de las heridas emocionales que más daño hacen. 

 Quien crece despojado de afecto está condicionado a ser infeliz. Se sabe que el afecto es tan necesario como los alimentos, el aseo o la atención de las enfermedades porque el cerebro, así como el resto del cuerpo, necesita ser estimulado y provisto de todo cuanto necesita.



El abandono emocional


  El abandono emocional es otra de las heridas emocionales que aunque no se quiera, llegan hasta la adultez como si se tratara de una enfermedad genética. Los hombres y mujeres que de niños se vieron privados de la cercanía de sus padres crecen sintiéndose vacíos y poco apreciados.

  El abandono emocional es un suceso que se da cuando los padres, porque no tienen tiempo para estar con sus pequeños o porque no sienten afinidad por ellos, se mantienen alejados física y espiritualmente.

  Las heridas emocionales son experiencias dolorosas de la niñez que conforman nuestra personalidad adulta, quiénes somos y cómo afrontaremos las adversidades.


¿Cómo no causarle heridas emocionales a mi hijo?


  Dedicar más tiempo a su crianza atendiéndolo directamente todas las horas que puedas y no delegando su formación en terceros

  Conversar los temas que le interesan, debatir sus puntos de vista y solventar sus dudas

  Nunca compararlo con los demás. Si quieres que tu niño se comporte como otros y salga mejor en las pruebas, por ejemplo, estimúlalo a investigar y estudiar


Tratar sus miedos y no minimizarlos


  Premiarlo, alabarlo, destacar sus cualidades y aplaudir sus logros. Así levantarás su autoestima

  Prestar tiempo y en cualquier caso pedir ayuda especializada para tratar temas como la muerte de familiares, el divorcio de los padres, su timidez, la verdad de su origen (adopción), entre otras.


  Ahora que ya conocemos las cinco heridas emocionales de la infancia que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.


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