NUNCA obligues a comer a tus hijos

Expertos de distintas disciplinas coinciden en que obligar a comer a los niños puede tener efectos negativos en el plano nutricional y, también, en el emocional.


  Hazte una pregunta; ¿tú comes sin hambre? Es posible que tu respuesta sea negativa. A un niño nunca hay que obligarle a comer si no quiere por varias razones: se generará aversión hacia la comida, tendrá una relación poco saludable con el comer y obligar es agresivo.
  Los bebés y los niños pequeños saben cuando no tienen hambre o no quieren seguir comiendo. Hacen caso a su detector de saciedad. No son como los adultos que pueden seguir comiendo solo por gula, aburrimiento o ansiedad. 

 Los niños pequeños y los bebés, cuando no tienen hambre, simplemente no siguen comiendo, ¡porque realmente no necesitan hacerlo! Entonces, ¿por qué obligarles? Lo más probable que solo acaben con dolor de vientre o vomitando.


Es sentido común


  Los niños comen menos de lo que te puedas imaginar, su estómago no es igual de grande que el tuyo. Permite que tus hijos coman lo que quieran y no lo que tú quieras… 

  Hasta no hace mucho tiempo no habían batidoras que hicieran purés y los niños comían la comida que hacían los adultos en trozos más pequeños o machacados con el tenedor y con cuidado de que no se atragantasen.
  En la actualidad los niños toman puré demasiado tiempo por el miedo de los padres a que se atraganten ya que años atrás habían atragantamientos por comer comida machacada con un tenedor pero no lo suficiente… Pero los pequeños deben comenzar a probar los alimentos, ¡y más si ya tienen las muelas fuera!



  Los resultados de la presión de los padres, de acuerdo con Tanya Altmann, pediatra radicada en Los Ángeles y coautora del libro “What to Feed Your Baby” (Qué darle de comer a tu bebé), es que “cuando los padres se centran demasiado en cada bocado y presionan a su hijo para que coma, suele resultar contraproducente porque los niños se niegan, parecido a lo que pasa cuando les enseñas a dejar el pañal”
  Mediante esta actuación estamos consiguiendo hacer de la hora de la comida una pequeña tortura diaria, así el niño cada vez llegará con menos ganas y nosotros con menos paciencia, afectando a la relación padre-hijo.

  Hacer del acto de comer un momento desagradable afecta a las connotaciones sociales del propio acto, pudiendo afectar a la manera de relacionarse y de socializar del pequeño.


Hazle caso cuando muestre señales de no querer más


  Si tu hijo es un bebé te mostrará señales de que no quiere más apartando la cara o diciéndote que no con la mirada. 

  Obligando a comer al niño estamos dándole a entender que es normal que sea otra persona la que toma decisiones sobre su cuerpo, enseñándoles que no son ellos los que tienen el control y que es aceptable que un adulto tome decisiones por ellos.
  Estamos limitando su autonomía, lo cual les frena a la hora de tomar decisiones, en este caso sobre su alimentación, encubriendo y reprimiendo las señales de saciedad de su propio cuerpo, favoreciendo el sobrepeso y allanando el camino hacia la obesidad.


  El uso del chantaje emocional, de los premios y castigos con la comida, es un error pedagógico y un error nutricional que causa que los niños sufran:

1. Ansiedad
2. Sobrepeso
3. Baja autoestima
4. Falta de confianza respecto a sus emociones y a su entorno familiar, social y  académico
5. Rechazo a ciertos alimentos

  Hay cosas más importantes que presionar a un niño que sabe cuando tiene hambre y cuando no la tiene. Es necesario presentarle todo tipo de comidas, ser un buen ejemplo de alimentación saludable y ser flexible ante los alimentos que se compran. 

  De este modo, y casi sin que te des cuenta, tus hijos se convertirán en comedores saludables. Eso sí, deja la presión y las obligaciones a un lado porque entonces, solo conseguirás lo contrario y lo peor, que tengan más probabilidades de acabar teniendo sobrepeso y una mala salud.


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