El dolor emocional es el que más tarda en sanar

Aunque tenemos derecho a estar tristes, es importante que no nos acomodemos en el dolor y que sepamos mirar hacia adelante y superarlo. Lejos de hundirnos, debe ayudarnos a crecer.


  Cuando una relación llega a su fin, inicia un proceso lleno de dolor emocional, nostalgia, miedo, incertidumbre y tristeza; tomar conciencia de que ese ser especial con quien había planes a futuro ya no está y modificar la rutina y los hábitos diarios -sin involucrar a esa persona- se vuelve difícil y casi imposible de sobrellevar.
  Ante una decepción, un amor roto, una traición, una mentira o la pérdida de un ser querido sentimos dolor emocional. Un dolor desgarrador que lleva plasmándose siglos y siglos en poemas y canciones llenas de sufrimiento.

  El dolor emocional es la herida que nadie ve y que más tarda en curar. Todos nosotros tenemos alguna, o más de una. Sin embargo, lejos de verlas como derrotas o símbolos de debilidad, debemos aprender a reconocerlas como parte de nuestra esencia.


El cerebro del dolor emocional


  Para empezar, algo llamativo que han encontrado los neurocientíficos sobre el dolor emocional es lo siguiente: las zonas cerebrales que se activan cuando sufrimos un dolor físico, son las mismas que cuando experimentamos desasosiego, tristeza y  la desolación más intensa.

  En verdad que nuestro corazón se rompa o que nuestro amigo nos traicione nos duele intensamente a nivel mental y fisiológico. 
  La gran mayoría de nosotros será consciente del desgarro que se siente cuando nos toca acabar la historia con, por ejemplo, nuestro primer amor.

  Estamos acostumbrados a enterrar el dolor emocional, no hay duda. A menudo esto es así porque se nos enseña a «disimular» lo que nos hace daño. 

  Ocultamos por así decirlo, todo ese padecimiento al que nos someten las heridas psicológicas. 


Cómo gestionar día a día el dolor emocional


Tienes derecho a llorar y a sentir ira


  Eres una persona y, como tal, necesitas canalizar tus emociones. Jamás sigas el consejo de aquellos que te dicen: no llores, mira hacia delante y olvídate de todo, haz como si no hubiese ocurrido nada…
  ¿Desde cuando hemos de volver el rostro a lo que nos hace daño? Jamás. A tu enemigo hay que mirarlo cara a cara, entenderlo y saber por qué te ha hecho daño. Para cerrar una etapa necesitamos «entender, comprender» y no huir.

  Llorar es algo necesario, higiénico y saludable. Al igual que sentir rabia y enfadarte. Todo ello recibe el nombre desahogo emocional y como tal debe vivirse durante un corto periodo de tiempo.


  Quien no desahoga no «descarga» y ello, a largo plazo, trae consecuencias.


  El desahogo emocional debe ser puntual y no extenderse más allá de dos semanas. En caso de pasar todo un mes llorando y dejándonos llevar por las emociones negativas corremos el riesgo de caer en una depresión.
  Una investigación publicada en el Journal of Positive Psychology y elaborada por Gary Lewandowski y Nicole Bizzoco señaló que de un total de 155 adultos encuestados que estuvieron involucrados seis meses antes en una ruptura, el 71 por ciento tardó tres meses en ver los aspectos positivos de su rompimiento amoroso. 


  Esto no significa que hayan olvidado en tan corto tiempo su relación, pero sí aceptaron que el dolor es aprendizaje y experiencia que ayuda a crecer emocionalmente.

  Un trabajo de la Universidad de Binghamton y el University College de Londres indicó que una persona tarda entre seis meses y dos años para superar una ruptura, y que el tiempo y el género de la persona son dos factores que influyen. 

El dolor emocional se supera con nuevas ilusiones, con nuevos alientos y esperanzas. Son heridas internas que cicatrizarán poco a poco y que cada día dolerán un poco menos.



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