Perdonar no cambiará tu pasado, pero sí cambiará tu futuro

El perdón es una de las mayores formas de generosidad que existen. Perdonar es una parte, casi inevitable, de todas las relaciones que mantenemos. Concederlo y pedirlo es una libertad, una opción que le confiere un valor enorme, ya que suele suponer un esfuerzo mayor que sus alternativas: no pedirlo o no concederlo.


  “El perdón no cambia el pasado pero sí cambia el futuro”, es  la frase de personas que han sido víctimas de los hechos más atroces, que han decidido decir ‘No más’ y se han llenado de esperanza y fuerza para dar un paso adelante, lejos del rencor, decir ‘lo perdono’ y comenzar a escribir una nueva historia.
  El perdón es una de las más útiles herramientas con las que contamos como seres humanos y forma parte fundamental de nuestras relaciones, incluyendo la que llevamos con nosotros mismos, siempre en algún momento de nuestra vida nos vemos expuestos a perdonar o a ser perdonados. 

  El no saber utilizarla nos hace vulnerables ante la vida, cargándonos de sufrimiento, de culpa, de resentimiento, de ira y un sinfín de sentimientos y emociones que para nada resultan beneficiosos para nosotros.



  Existe una idea errónea de lo que representa el perdón, muchas personas se niegan a perdonar porque piensan que con esto le están dando la razón a la otra persona, que sus motivos de molestia o sufrimiento son pocos o no justificados.

 Que están cediendo poder, que se exponen a vivir nuevamente lo mismo que los agravió en algún momento, que la relación con la otra persona se ve forzada a ser como antes, que es un signo debilidad… cuando lo que es en realidad es un signo de fortaleza.
  Quien sabe perdonar tiene en su poder el mejor juego de la partida y es quien mejor usa sus cartas para beneficio propio, la persona que utiliza eficazmente el perdón, vive más libremente, que es a fin de cuentas lo que todos deberíamos buscar. 
  
 Liberarnos de ataduras, de sentimientos negativos, de situaciones del pasado que pueden lastimarnos una y otra vez, es lo que nos promete un sincero perdón.


  Hoy te perdono, y no por ti sino por mí. Es muy pesado cargar la cruz del rencor, y necesito espacio para seguir mi vida de manera tranquila.
 
  Tampoco vales tanto mi atención como para querer vengarme de ti ni algo parecido. Y aunque te juro que hago mi mejor esfuerzo para tratarte bien, me cuesta demasiado ser doble cara y prefiero decirte la verdad como es, sin pelos en la lengua. Así nos ahorramos el teatro...


 El perdón sana nuestras heridas, sana nuestro corazón, es consolador y liberador. Es la forma más sencilla de quitarle el control a una situación que nos genera dolor y  a su vez una vía directa hacia nuestro bienestar.
  Perdonar definitivamente no cambiará lo que ocurrió, eso debemos aceptarlo, porque nada podemos hacer sobre lo pasado, pero definitivamente hará que nuestro futuro sea mucho mejor, nos hará más grandes como seres humanos, más sensibles, más nobles y sobre todo más felices.


 Así que no lo pienses más, si hay alguien que requiera tu perdón, concédelo, es un cheque que entregarás, pero que será depositado en tu cuenta.

  Finalmente, recuerda que la perfección no existe. Que el error, por mucho que le intentemos dar la espalda, existe inevitablemente. 

 Lo que sí es modificable es lo que hagamos con él y cómo potenciemos nuestra capacidad para que el daño y el dolor que pueda causar desparezcan lo antes posible de nuestras vidas.


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