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Cómo cambia la vida tras la muerte de los padres
Los padres, las personas que han compartido los momentos más frágiles y acompañan en los momentos más duros de la vida, son muy responsables de el camino de nuestra vida.
La vida cambia tras la muerte de los padres. Los hijos, incluso en los casos de adultos, se enfrentan a la orfandad, una experiencia sobrecogedora. Y es que, las personas continúan dependiendo emocionalmente de los padres y acuden a ellos por instinto de protección. Una vez que los padres ya no están, esa opción desaparece.
Es ley de vida que los hijos sobrevivan a los padres. Sin embargo, no por ser natural podemos aceptar la muerte de nuestros padres tan fácilmente. Siempre y cuando dispongamos de un vínculo familiar significativo, enriquecedor y cálido, toda ausencia, toda separación supone una fuente de sufrimiento que nadie nos ha enseñado a afrontar o a gestionar.
La muerte de una madre, de un padre es un vacío que nunca sanaremos. No obstante, aprenderemos a vivir con esa herida, con ese hueco en el corazón que aliviaremos con buenos recuerdos, fotografías o ese legado que conservaremos para siempre en nuestro corazón.
Te invitamos a reflexionar sobre ello y a concienciarnos de algunas estrategias para afrontar estos momentos de crisis tan duros.
La muerte: de hablar de ella a vivirla, un gran abismo…
Nunca estamos del todo preparados para enfrentar la muerte, más aún si se trata de la de uno de nuestros padres. Es una gran adversidad que difícilmente se llega a superar totalmente.
Normalmente lo máximo que se consigue es a asumirla y a convivir con ella. Para superarla, al menos en teoría, tendríamos que entenderla y la muerte, en sentido estricto, es del todo incomprensible. Es uno de los grandes misterios de la existencia: quizás el más grande.
La muerte de nuestros padres, un momento para el que nadie está preparado
El dolor por la muerte de nuestros padres será acorde a la unión que hayamos tenido con ellos. No importa tampoco si la nuestra era ya una vida independiente donde ya disponíamos de nuestra propia familia. El legado emocional y vivencial construido con un ser querido no entiende de tiempo ni distancias, ni de años.
En nuestro interior, seguimos siendo esa persona que necesita consejos, que agradece un abrazo paternal, una mirada confiada de nuestra madre ofreciéndonos el aliento que solo ella podía darnos.
Somos seres sociales y afectivos, y la unión que llegamos a establecer con nuestros padres es tan íntima que, cuando acontece la pérdida, se fragmentan muchas dimensiones en nuestro interior.
Por ello, te proponemos tener en cuenta estos aspectos.
Cada persona vivirá el duelo de una forma
El duelo es el proceso personal por el cual llegamos a aceptar la pérdida del querido. Las fases deberían ser las siguientes:
- La negación
- La rabia
- La negociación
- La expresión del dolor emocional
- La aceptación
A pesar de que estas son las etapas más comunes hemos de entender que cada persona lo afrontará de un modo.
Con ello queremos decir que no debemos ofendernos si un hermano u otro familiar parece no estar afectado, o reacciona de forma muy exagerada. El dolor se canaliza de formas muy distintas y no todos somos igual de hábiles para gestionarlo.
Se trata solo de encontrar tu propio “canal”, el que más te alivie. Habla con tus personas más cercanas, permanece en soledad, mira fotografías y llora cuanto necesites.
Disfrútalos mientras puedas: no van a estar para siempre…
Cuando mueren los padres, con independencia de la edad, las personas suelen experimentar un sentimiento de abandono. Es una muerte diferente a las demás.
A su vez, algunas personas se niegan a darle la importancia que el hecho se merece, como mecanismo de defensa, en forma de una negación encubierta. Pero esos duelos no resueltos retornan en forma de enfermedad, de fatiga, de irritabilidad o síntomas de depresión.
El sufrimiento día a día será menor y aunque no lo creas, podrás volver a avanzar de nuevo.
La necesidad de volver a sonreír para honrar la memoria de nuestros padres
La pérdida de nuestros padres nunca se termina de superar, porque es la herida de nuestras raíces. No obstante, aprenderemos a vivir sin ellos y nos permitiremos ser felices de nuevo siempre y cuando tengamos en cuenta estos aspectos:
Nuestros padres jamás desearían que viviésemos dominados por la tristeza. Puede parecer duro, pero es necesario que volvamos a sonreír por ellos y que nuestra felicidad de hoy sea un modo de honrar su recuerdo.
No dudes en llenar tu mente de hechos positivos del ayer, de momentos enriquecedores que te ofrezcan fuerza y aliento.
Los grandes momentos que llegaste a compartir con tu padre o con tu madre son regalos emocionales que, a su vez, debes trasmitir a tus hijos. Son un legado de amor y afecto que nos hace crecer como personas. Además, nos une con un origen que no debemos perder.
Todos, en algún momento, deberemos hacer frente a un adiós para el cual no estemos preparados. Sin embargo, el amor de hoy será la fuerza de mañana. Aprende a vivir el presente, a disfrutar de tus personas queridas con plenitud y sinceridad.
De cualquier modo, una de las grandes pérdidas en la vida es la de los padres. Puede ser difícil de superar si hubo injusticia o negligencia en el trato hacia ellos. Por eso, mientras estén vivos, es importante hacer conciencia de que los padres no van a estar ahí para siempre. De que son, genética y psicológicamente, la realidad que nos dio origen. Que son únicos y que la vida cambiará para siempre cuando se vayan.
Fuente: La mente es maravillosa / Mejor con salud / Intereconomía