Los niños necesitan ser felices, no ser los mejores

Todos los niños son distintos, aunque reciban la misma educación; nunca son iguales, cada uno tiene necesidades diferentes y una personalidad propia. Muchas veces, en nuestro afán de querer imponerles nuestros modelos o ideales, cometemos el error de compararlos. Esta comparación, puede provocar en ellos una baja estima que genere miedos e inseguridades.

 

Imagen: Alfred Eisenstaedt, Puppet Show, Tuileries, Paris (the moment a dragon is slain), 1963


  Estas inseguridades pueden interferir en el desarrollo de sus habilidades y las posibilidades de expresar sus aprendizajes, por el temor a no cumplir con las expectativas que los adultos tenemos, en una sociedad donde parece que nada es suficiente y tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos. 

  Por eso, no es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de educación sustentado en la hiperpaternidad.


  Se trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no en el sentido más amplio del término sino en el más restringido y con una sola meta: quieren que sus hijos sean los mejores


  Y lo peor de todo es que creen que lo hacen "por su bien".

  El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos.


Los peligros de empujar a los niños al éxito


  Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real. 

  Si no le damos espacio y libertad para encontrar su propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad. 


Por eso, pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros:


- Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia.


   La infancia es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean “siempre los mejores” terminará arrebatándoles su infancia.

- Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer.


  Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa fraude en el colegio, porque habrá perdido el interés por el camino, y sólo buscará el resultado.


- Planta la semilla del miedo al fracaso.


  El miedo al fracaso es una de las sensaciones más limitantes que podemos experimentar. Y esta sensación está íntimamente vinculada con la concepción que tengamos sobre el éxito.

  Por tanto, empujar a los niños desde temprano al éxito a menudo solo sirve para plantar en ellos la semilla del miedo al fracaso y que acaben siendo mediocres por ese temor a no lograr lo que se proponen.  


- Genera una pérdida de autoestima.


   Muchas de las personas más exitosas, profesionalmente hablando, no son seguras de sí. De hecho, muchas supermodelos, por ejemplo, han confesado que creen que son feas o están gordas, cuando en realidad son iconos de belleza. 

 Esto sucede porque el nivel de perfeccionismo al que siempre han estado sometidas les hace creer que nunca será suficiente y que basta el más mínimo error para que los demás las desprecien, y acabarán viviendo al pendientes de las opiniones de los demás.


¿Qué debe saber realmente un niño?


  Los niños no necesitan ser los mejores, solo necesitan ser felices. Por eso, solo debes cerciorarte de que tu hijo sepa:


- Que es amado, de forma incondicional y en todo momento, sin importar los errores que cometa.

- Que está a salvo, que le protegerás y apoyarás siempre que puedas. 

- Que puede hacer el tonto, perder el tiempo fantaseando y jugar con sus amigos.

- Que puede elegir lo que más le gusta y dedicarse a esa pasión, sin importar de qué se trate. Que puede pasar su tiempo libre haciendo collares de flores o pintando gatos con seis patas si es lo que le apetece, en vez de practicar la fonética o el cálculo.

- Que es una persona especial y maravillosa, al igual que muchas otras personas en el mundo.

- Que merece respeto y que debe respetar los derechos de los demás. 


 Algunos consejos que fortalecen la seguridad de nuestros niños:


  • ESTAR PRESENTES 
  • BRINDARLES ESPACIOS DE AUTONOMÍA
  • PROMOVER SU VIDA SOCIAL
  • ESTABLECER LÍMITES
  • NO ETIQUETAR
  • ENFOCARSE EN SUS CONDUCTAS


 “Valoremos la personalidad y las cualidades de cada uno de nuestros niños, motivándolos a ser mejores cada día para su progreso personal, no para ser igual a otro, sino para ser mejor que él cada día”.



Fuente: En base a los conceptos de Laura Lewin de su obra "Fuertes y felices" (Ed. Bonum) / Aportes de Rincón de la psicología / Colaboración: Prof. Elena Kuchimpós (Directora Nivel Primario IMVA)
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