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Con pequeñas mentiras, se pierden grandes amores
A nadie le gustan las mentiras, por piadosas o pequeñas que sean. No nos hace sentir bien que decidan por nosotros lo que debemos o no debemos saber, cómo debemos hacerlo y en boca de quién nos conviene enterarnos de algo.
No hay nada más desgarrador que la mentira y la hipocresía, pues ambas nos hacen sentir pequeños y vulnerables, así como desconfiar del mundo y crear una coraza de hielo que nos rompe por dentro. Por eso, con pequeñas mentiras se pierde a grandes personas porque se ponen en duda mil verdades y cientos de sentimientos que creíamos sinceros.
Particularmente soy partidaria de la verdad, de la honestidad, de la sinceridad, con todas las consecuencias que esto pueda generar.
La relaciones se soportan en la confianza y esta a su vez está directamente proporcionada a la sensación de seguridad que tenemos sobre alguna persona, cuánto valor tiene su palabra, qué podemos esperar de ella.
También es cierto que no toda verdad debe ser gritada a los cuatros vientos, hay verdades que no son necesario decirlas y que esto no tiene por qué afectar a nadie.
Hay información que solos nos pertenece a nosotros y sin pretensiones de mentir o engañar, podemos reservarla para nosotros, bien sea porque se trata de nuestros secretos, porque aun siendo verdad, no contribuye, no suma, sino que por el contrario resta y solo hace sentir mal a quien la escuche o sencillamente porque no resulte de interés para la otra persona.
Cuando se miente y esta mentira, como casi siempre pasa, sale a la luz, hay algo que se quiebra, que se estalla, la persona que ha sido víctima del engaño, así se trate de algo minúsculo, sencillamente pierde la confianza, se pone en duda desde lo más pequeño, hasta lo más grande, incluyendo las palabras más hermosas, los amores más intensos.
De alguna manera todo lo que hasta el momento en que la mentira es descubierta, que era tan real, puede verse tan borroso, tan efímero… tan falso.
La confianza se desmorona
Y puede ser que solo se trate de esa puntual y pequeña mentira, que todo lo demás esté cargado de solidez, de verdad, de honestidad, pero ese “puede ser” carcome el alma.
Es la duda la que pasa a ocupar predominantemente los espacios ocupados previamente por amor, por confianza.
Comienzan las interrogantes, las preguntas retóricas: Por qué? Qué necesidad habría? Qué habrá detrás de esta pequeña mentira? Nadie miente por mentir… Cuál es la intención? Cómo no lo importó lo que yo pudiese pensar y sentir?
Si ha dicho esto siendo mentira, aquello también ha de ser mentira? En fin, la duda, la desconfianza, la pérdida del valor de la palabra de quien se ama, una vez que despiertan es muy difícil ponerlos a dormir nuevamente.
Lo más saludable para todas las personas involucradas es la verdad, la honestidad, darle toda la información a alguien para que pueda decidir con propiedad. Sí la verdad a veces puede doler, pero descubrir una mentira duele el doble y magnifica el hecho que en principio se quiso ocultar.
Trabajemos en no perder nuestros afectos, partiendo desde el punto de no hacer algo que nos exponga a utilizar como recurso la mentira, pero en caso de presentarse dicha situación, optar siempre por ser honestos, asumir las consecuencias y no sumar agravantes que nos alejen de nuestros grandes amores.
Fuente: Mujer gurú / La mente es maravillosa / Mi hogar natural