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Síndrome de Desgaste por Empatía: Cuando el dolor ajeno te supera
"No le pregunto a la persona herida cómo se siente. Yo mismo me convierto en la persona herida", escribió Walt Whitman. Sin duda, la empatía es una cualidad imprescindible para poder relacionarnos asertivamente con quienes nos rodean.
Ser capaces de ponernos en el lugar del otro y experimentar sus sentimientos nos permite comprender su situación y ayudarle de la mejor manera posible.
Sin embargo, ser excesivamente empático también es un arma de doble filo y podemos terminar pagándolo muy caro, sufriendo lo que se conoce como Síndrome de Desgaste por Empatía.
¿Qué es el desgaste por empatía?
No basta con comprender qué es la empatía, es necesario diseccionarla, y esto se debe a que no existe un sólo tipo de empatía, sino una diversidad de ellas.
La empatía cognitiva, por ejemplo, es aquella en la que nos limitamos a adoptar la perspectiva del otro y comprender sus puntos de vista de manera meramente intelectual.
Pero también existe la preocupación empática, que implica la habilidad para comprender y experimentar los estados emocionales de los demás, mostrar una preocupación auténtica y ser capaces de ayudarlos sin poner en peligro nuestro equilibrio psicológico.
Por último, existe una empatía que puede calificarse como un simple contagio emocional y que genera una gran dosis de distrés personal.
En este caso, nos contagiamos con las emociones de los demás pero no somos capaces de protegernos, por lo que terminamos sufriendo con ellos, arrasados por esas emociones.
El peligro de la preocupación excesiva
Preocuparse excesivamente por el dolor emocional de los demás sin tener las herramientas psicológicas para gestionar esa situación, termina generando el desgaste por empatía, también conocido como fatiga por compasión.
Este término fue propuesto por el psicólogo Charles Figley, y la fatiga por compasión es considerada un tipo de estrés resultante de la relación de ayuda terapéutica, de la empatía y del compromiso emocional.
Este término visibiliza una realidad que afecta específicamente a profesionales que trabajan con el objetivo de aliviar el sufrimiento en la vida de las personas que atienden.
Aparte de ser vulnerables a otro tipo de estrés o al desgaste por el trabajo, debido a un intenso deseo de calmar el dolor o resolver el problema de la persona que sufre, sin poder gestionar el dolor propio que eso ocasiona.
Existen cuatro factores principales que contribuyen al desarrollo de la fatiga por compasión:
a) Pobre autocuidado.
b) Trauma no resuelto del pasado.
c) La incapacidad o la negativa para controlar los factores del estrés.
d) La falta de satisfacción en el trabajo (Myezyentseva, 2014).
Algunos síntomas previos a la fatiga por compasión que suelen pasar inadvertidos son: la disociación, la ira, la ansiedad, trastornos del sueño, agotamiento y sensación de estar abrumado, pesadillas, sensación de impotencia y fracaso.
Náuseas, cambios en el peso, dolores de cabeza, mareos, desmayos, y problemas de audición; síntomas como el abuso de sustancias, pasar menos tiempo con los pacientes y amigos, parecer indiferente, aparición del sarcasmo y cinismo (Myezyentseva, 2014).
¿Quiénes son más propensos a padecer el Síndrome de Desgaste por Empatía?
Como es lógico, el Síndrome de Desgaste por Empatía es más común en los profesionales que están en contacto directo con personas que necesitan ayuda, como los psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y personal médico o de salvamento.
Sin embargo, cualquier persona puede ser víctima del desgaste por compasión.
Un estudio realizado en la Universidad Adventista del Plata desveló que el desgaste por empatía está vinculado con la atención emocional y la reparación emocional.
La atención emocional se refiere a la habilidad para prestar atención a las emociones y estados de ánimo de los demás. En práctica, las personas que padecen el Síndrome de Desgaste por Empatía le prestarían demasiada atención a las emociones, quedándose atrapadas en sus redes.
De hecho, el desgaste por empatía también se ha relacionado con una pobre reparación emocional; que se refiere a la capacidad para poner en práctica planes de acción que nos permita regular nuestros estados de ánimo, como el simple hecho de asumir una distancia psicológica para proteger nuestro equilibrio afectivo.
Por tanto, si eres una persona hipersensible emocionalmente pero no logras poner en marcha estrategias que te permitan reparar esas heridas, es más probable que termines sufriendo el Síndrome de Desgaste por Empatía.
Los síntomas del desgaste por empatía
1. Reexperimentación.
La persona vuelve a experimentar las experiencias traumáticas que han vivido los demás, ya sea a través de flashbacks, durante sus sueños o simplemente rumiándola durante el día.
El primer signo de alarma es que no logras sacarte esa situación de la cabeza y descubres que piensas en ello más de lo habitual, lo cual significa que se ha quedado como un foco activo en tu cerebro.
2. Embotamiento afectivo y evitación.
El distrés acumulado que no se gestiona adecuadamente puede terminar haciendo que te desconectes por completo de la situación.
En práctica, cuando tu mente se satura y llega al punto en el que no puede seguir asimilando tanto dolor y sufrimiento, se distancia emocionalmente de la realidad.
Como resultado, se experimenta irritabilidad, frustración y la sensación de desconexión emocional, como si todo fuera ajeno, lo cual termina afectando la capacidad de disfrute y para relacionarse con las personas.
3. Hiperactivación.
A la larga, el Síndrome de Desgaste por Empatía no solo genera fatiga sino también ansiedad.
Si te sucede, es probable que entres en un estado de hiperactivación nerviosa, el cual provoca dificultades para dormir, problemas para concentrarte y una exaltación extrema ante estímulos pequeños, e incluso ataques de pánico.
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Fuentes: Isep
Alecsiuk, B. (2015) Inteligencia Emocional y Desgaste Por Empatía En Terapeutas. Revista Argentina de Clínica Psicológica; 24: 43-56.
Mestre-Escrivá, V., Frías Navarro, M.D. y Samper-García, P. (2004) La medida de la empatía: análisis del Interpersonal Reactivity Index. Psicothema; 16(2): 255-260.
Figley, C.R. (1995) Compassion Fatigue: Coping with secondary traumatic stress disorder in those who treat the traumatized. Nueva York: Brunner/Mazel Publishers.